martes, 11 de febrero de 2014

Viento

Yo soy del viento
es el único fiel que me resguarda en todo momento.

me aleja las letras traicioneras,
me ensordece en las tormentas.

no me abandona en los interminables bailes del atardecer,
me silencia si voy cerca del cielo.

pero tus manos ardiendo
cuando todo esta en calma,
cuando ni la brisa refresca mis alientos
me poseen,
y me siento tan tuya que mi cuerpo se desarma
que engaño a mi orgullo
y te me cuelas en el alma.

martes, 16 de abril de 2013

Descenso


Quisiera decirte tantas cosas
Contarte todo lo que hemos hecho
en esos sueños paradisíacos
en que la tarde es un desvelo.

Pero la prudencia me calla
Y el temor a tus deseos antes cumplidos
Me agrieta algún resquicio de la mirada
Por donde escurren acuosos lamentos.

Irte ahora es dejarme sola en una isla
con la frustración de no poder pintar el cielo
teniendo escondido el tintero lleno.

Prometo vestirme de noche
Ligera, valiente, osada
Y discreta,
Como una puta en la intimidad
Como señorita ante la sociedad.

Baja temperatura.

Morir ahorcada entre tus sábanas,
serena, en paz con los amantes
en el insomnio de una noche exhausta
de cielo y de deseos.

Como una mentira,
rígida y atónita
ante la luz
de tus ocultos anhelos.

Debí nacer unos años antes para alcanzarte,
nacer promiscua y sin pudores,
ni vergüenzas, ni tormentos
que me han privado de tantos frutos del desvelo.

La oscuridad es hermosa
sin temores y sin miedos,
salvo cuando en tu cama
yace el amor insatisfecho.

La imagino como una bailarina desnuda
danzando sobre tu carne ardiendo,
yo, que te miro de reojo,
asumo el lugar que en tu paraíso pierdo.

jueves, 3 de mayo de 2012

3 - Mayo -2012, como siempre

Cada día es un intento de superación, de aprender a controlar las muletillas, de dar el asiento en la micro, de ponerse en el lugar del otro y el resto de las buenas acciones. Pero soy trágicamente humana y me cuesta luchar contra mi propia sensibilidad, para no odiar a quines me maltratan, para mirar a la cara a quien repruebo sus actos, para perdonar a quien jamás me pidió perdón. Entiendo que la perfección es inalcanzable y que a veces las lágrimas son más frecuentes que encontrar el camino que conduzca siquiera a un intentarlo. Que puedo hacer si quien me grita es quien debe enseñarme a conversar, si quien me insulta ha agredido a quien más amo y todo se convierte en estar ante una nube de lágrimas que obstruyen visualizar otra opción más que apretar fuerte los párpados y dejar brotar la ira. Llevar más de dos décadas cargando tales dolores es acostumbrarse a ellos, es entender que naciste en mal momento, que fuiste la peor decisión que tus progenitores tomaron y la más repugnante mezcla que pudieron obtener. No necesito que lo admitan, basta que se sienten a la mesa sin mirarse a la cara, basta con mirar mi piel y saber que está manchada de resignación. Es cierto, la tristeza tiene un sabor extrañamente salado, es como si no pudieras volver a concederle dulzura a la vida, como si ya no supieras sentirte simplemente bien. Me repito que debo ser fuerte, que lo he sido y que nací para serlo, pero ahí están las imágenes con sonido, el video de una vida marcada de violencia, de gritos, golpes y humillaciones. Te sientes miserable y deseas jamás tener familia, porque nunca has conocido su significado.

domingo, 8 de enero de 2012

Compañeros de viaje

Hace una semana me llamó el Mario, mi mejor amigo de la universidad, para invitarme a su casa en el campo y yo acepté al tiro, sería bueno unos días lejos de esta calurosa ciudad. Pero la verdad es que necesitaba un descanso para dejar de pensar un poco, dejar de pensar en la Carola. Cuando me patió no supe que hacer, no pude volver a mirarla a la cara y eso era absurdo porque fue ella la que me cagó. Llevábamos como seis meses juntos, nos unía algo sin nombre porque a ella no le gustaba, no quería acostumbrarse, y yo por mi parte no reclamé. En verdad es ridículo que diga que me patió si ni para eso me alcanzaba. Maldita perra. La rabia que sentí fue indescriptible. Ella tan..tan..puta tomada de la mano del Carlos, ese huevón de cuarto año. Claro, era el huevón perfecto: mino, inteligente y con auto. ¡¿Qué tanta huevá pude ser tener un auto?! Los peor es que la muy mierda no me dijo nada, me dejó que los viera esa mañana cuando se bajaron los dos del famoso auto; ella con la misma ropa del día anterior sin importarle disimular. Perra.
Por suerte esa semana estuve bien, relajado y casi tranquilo. El Mario y sus hermanos me llevaron a la disco del pueblo, esas donde todos se conocen y como yo no conocía a nadie me presentaron a unas minas bastante simpáticas con las que no tuve ningún problema en atracar un rato. Buena onda las cabras. A la Carola le cargaban ese tipo de minas que van a la disco y se agarran a un mino que saben que nunca más verán y eso es justamente lo que les atrae; la recuerdo diciéndoles "Pendejas". El Mario me preguntó por ella entre los pisco sour que preparó su mamá la noche que llegué a su casa. En realidad habían pasado casi cuatro meses sin hablarnos así que no tenía nada que contar. La Dani me había dicho que terminó con el Carlos porque la cagó, pero sospecho que me lo dijo al verme tan mal después de lo que pasó, entre la Carola y yo.
La visita a la casa del Mario es ahora solo un recuerdo plano, como esos que se tienen de un día cualquiera en el colegio. Lo importante es otra cosa. El día que me vine el Mario me dejó en el bus que me llevaría de vuelta a la ciudad en unas tres horas. La casa del Mario estaba en un pueblo cerca de una ciudad intermedia donde el bus se detuvo frente a la agencia. Yo me bajé distraído a comprar algo para tomar, el calor del verano aumentaba en el bus y eso mi sed. Cuando subí había alguien en mi asiento. Era una mujer joven de no más de veinte años, morena, tenía el pelo rojo con rulos que caían sobre sus hombros desnudos. Estaba apoyada hacia el lado de la ventana con la mano en la cortina y miraba hacia afuera. No pude hacer nada ante ella, es que me impresionó su mirada fuerte y segura. Me miró y yo solo atiné a sentarme a su lado. Buscó algo en su bolso, sacó un mp3 y lo prendió poniéndose los audífonos. Sucumbió en una especie de trance. El bus comenzó a andar y ella cerró la cortina para no ver el paisaje, yo abrí la bebida y tomé un sorbo. Después de un rato su respiración se aceleró y casi saltaba del asiento pero no se quejaba, al parecer le resultaba placentero. La vi tararear una letra que no distinguí. Intenté ver la pantalla del mp3 cuando subió el volumen y éste se iluminó. Vi que era en inglés, de una película antigua que vimos con la Carola uno de esos días que me quedé en su departamento con esa misma música. Me acuerdo que tiramos casi toda la noche y que la cara de niña buena de la Carola se desfiguraba cada vez que se elevaba para tocar el cielo en un orgasmo. La Carola tenía la piel clara con esas pecas repartidas por todo el cuerpo, esas del cuello que me gustaban tanto y, mi favorita, la de su pecho izquierdo, la más cercana al pezón. Cuando la conocí sentada en la biblioteca la encontré perna y más cuando se acercó a preguntarme algo de anatomía, ahí me di cuenta lo hermosa que era y de esa ternura que tenían sus ojos pardos. Eran diferentes. La Carola jamás se hubiese puesto un top negro y short de mezclilla, menos esas zapatillas que le decían chapulinas porque los que las usaban, según ella, parecen gringos pobres. "Gringo pobre" me decía cada vez que me las sacaba para entrar a su cama.
Sonó un teléfono y la gente del bus se sobresaltó y algunos buscaron si era el suyo, pero sequía sonando. Me miraron a mí y yo los miré de vuelta; solo atiné a darle un codazo a mi compañera de asiento. Ella buscó el teléfono en su bolso, lo agarró, vio quien llamaba, cortó y lo apagó. No me dijo ni gracias por avisarle. Después de unos minutos salió del trance en que había estado y me había tenido durante media hora. Estábamos a mitad del camino y yo lo único que quería era hablar con ella, pedirle su teléfono o MSN si era más desconfiada. Cualquier cosa pero no quería bajarme del bus sin algo de ella para encontrarla después.
Dejó de mover el pie al compás de la canción y se sacó los audífonos. Abrió la cortina y vimos el atardecer en los cerros. Estaba tan concentrada que no se dio cuenta de mi suspiro cuando parpadeó lentamente con sus largas pestañas, dibujando sombras en el paisaje. La Carola me dijo una vez que quería que viéramos el atardecer un día de verano, mientras corríamos bajo la lluvia para llegar al casino de la universidad. Tal vez si la muy perra no me hubiese cagao sería ella la que me tuviese loco en ese momento. Ese mismo día me dijo que yo era importante para ella y que nunca había conocido a alguien como yo, que fuéramos lo que fuéramos quería que siempre estuviésemos juntos y miles de huevas más que ingenuamente le creí. Ahora que lo pienso esa fue la última lluvia del año y tal vez la Carola ya se estaba despidiendo. Mejor que me haya cagao, que patético me hubiese visto en la casa que su madrastra tenía en la playa, mirando el atardecer y sabiendo que la muy huevona esperaba al huevon del Carlos. Claro, como le quitaron el auto ahora necesitaba otro. Tenía plata y quería más plata. Maraca. Tal vez yo nunca estuve a su altura, tal vez debí usar mocasines de cuero, pantalón claro y polera piqué para ver el puto atardecer con ella. La media huevá.
Su mirada me hizo salir de mis pensamientos, su sonrisa me hizo sonreír y sus piernas..
- Hola- me dijo de la nada
- Ho-la
De ahí empezamos a conversar. Yo le conté que estudiaba Medicina, ella estudiaba Artes y cuando le pregunté dónde se rió y unos rizos descendieron a su pecho donde clavé la mirada y mientras la subía ella sonreía y arqueaba una ceja. Sin pensarlo me tomó del pecho quedando con mi polera entre sus dedos y yo con sus labios entre los míos. Nos besamos como dos extraños. Yo pensé, no, no pensé nada, solo sentía su cintura entre mis manos, sus caderas... y sentía sus manos en mi cuello y en mi espalda hasta que me soltó y siguió mirando la ventana. Yo quedé perplejo, estático y sin poder volver a hablarle. En realidad no sabía su nombre porque con mis ganas de impresionarla lo primero que le dije fue que estudiaba.
- ¿Oye no me vas a decir tu nombre? ¿De donde eres? ¿Estás bien?
Me acerqué pero ella no se volvió hasta que indignado la agarré del brazo y la volví hacia mí. Se mordió el labio y quiso saber si yo tenía algo que hacer esa noche. Sabía, esto era seguro, saldríamos a cualquier parte porque con ella yo iría a cualquier lugar del universo. A la Carola tenía que decirle donde íbamos antes de salir para que decidiera que ropa usaría, y tenía que repetírselo unas cuantas veces para que ella notara seguridad. Una noche de invierno fuimos a tomar algo con algunos de mis amigos a un pub, pero cuando uno de ellos propuso ir a una disco ella se ofuscó y no quiso porque andaba con abrigo, un abrigo blanco que ahora que lo pienso la hacía parecer bastante puta. Me interrumpió su interrogante sin contestar "¿y?" Obviamente acepté y seguí insistiendo en saber su nombre pero ya habíamos llegado a la ciudad. Me dijo que me bajara rápido, pero yo traía mi gran mochila en el maletero del bus así que tuve que esperar a que me la pasaran mientras la miraba para que no se me perdiera.
Caminamos hasta el centro donde estaba ya casi de noche. Me tomó del brazo y me hizo caminar más rápido hasta llegar a un supermercado donde compramos dos melones y un vino blanco. Salimos y nos dirigimos a la playa. Mi mochila estaba pesando demasiado así que le ofrecí ir en taxi pero no quiso. Ahí me di cuenta que ella solo llevaba su artesanal bolso de mano. A la Carola le cargaban los bolsos artesanales, desde que la conocí la vi con carteras de diferentes colores y tamaños; a mí me cargaban esas grandes porque nunca encontraba las llaves del departamento cuando veníamos calientes o cuando teníamos frío y solo queríamos acurrucarnos. Seguí insistiendo en saber su nombre hasta que por fin me lo dijo cuando llegamos a la playa. "Maritza"
- No es nombre de artista- se lamentó.
A mí ya no me importaba su nombre “¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación!” le recité y ella se rió mientras le echaba vino a uno de los melones ya cortados con su cortaplumas, de esos que viene con lima y un montón de otras cosas más inservibles. Sacó de su bolso una cuchara. Intrigado le pregunté porque andaba con una cuchara y sacó un mate, bombilla, yerba, y azúcar.
- Alguien me lo regaló hace un tiempo y ahora es lo único que me queda de él - Sonrió con resignación y miró la nada.
Después de tomarnos y comernos cada uno su melón con vino nos tendimos en la arena mirando las estrellas. A ratos se me acercaba y me besaba largamente y yo la tomaba entre mis brazos como si ese momento fuese el último. A la Carola no le gustaba besarme en público, decía que le daba pudor, por eso jamás hubiese estado besándome en la playa donde alguien pudiera vernos. De hecho las únicas veces que nos besábamos en público fue cuando íbamos a la disco, porque ella decía que todos se besaban así que daba los mismo y que además nosotros nos conocíamos "no como tu amigo con esa mina" me dijo la primera vez que fuimos con el Mario. De repente la Maritza se levantó y fue hasta el mar mientras yo observaba su silueta a la luz tenue de la luna nueva. Los besos de la Maritza eran ágiles y casi violentos, una lucha de lenguas en un rin llamado boca. Los de la Carola eran más suaves y delicados, no sé como lo hacía pero ponía toda su ternura en esos besos. Estuve sentado en la arena el rato mientras la Maritza jugaba con el mar, parecía una niña. Regresó corriendo y se tiró a mis brazos riendo. Por un momento sentí el frío de sus piernas mojadas. Me besó, divertida por alguna razón, pero de la nada su sonrisa se paralizó y se sentó a mi lado quedándose callada y con el rostro rígido. Había algo en sus ojos que me decía que estaba herida, que a ambos nos habían cagado. Tomaba sus piernas con los brazos y miraba el mar. El silencio se prolongó pero no era incómodo porque los dos parecíamos sumidos en nuestros pensamientos.
- Abrázame
Me dijo de pronto y yo obedecí inmediatamente. La abracé delicadamente para no dañarla como ya lo habían hecho. Se volvió hacia mí y pude ver como sus ojos me miraban pidiendo otro abrazo y otro y otro y otro hasta que nos embriagamos uno con el otro intentando sanar nuestro dolor, intentando olvidar personas, situaciones, sentimientos. Nos besábamos para borrar otros labios de nuestra piel, otros besos que permanecieron en nuestras memorias. A la Maritza le gustó besarme ese hueco que deja el hueso del pecho justo donde termina el cuello, como a la Carola y probablemente a tantas otras que conocería, otras perras como tú, Carola, y otras tan únicas como la Maritza, tan impredecibles, indescriptibles como ella.
Ya es tarde, está amaneciendo y tengo que volver a mi casa. La casa de la Dany no está muy lejos de la mía así que me iré caminando. La Dany. Nunca había tirado con una amiga, es nuestra primera vez y parece que no será la última. Ahora ella duerme estirada en el rincón de la cama, sólo alcanzo a ver su pelo claro y sus rulos, como los de la Maritza.
Voy a caminar lento, a ver si ahora me decido y me la empiezo a jugar por lo que quiero y que nadie, y especialmente yo mismo, me haga dudar de mis metas. Si vuelvo a amar, será tan intenso como esa noche en la playa con una desconocida que me hizo entender que al final todos somos víctimas y victimarios, que a veces nos hieren y otras herimos.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Extracto de una locura.

mi locura va más allá del cielo.

mi locura es intentar hablarte sin palabras, es tocar tu piel ajena en una cama ajena.

mi locura es amarte por la misma razón que las flores aman al rocío.

mi locura es intentar contigo un rompecabezas que no se completa con ambos

mi locura es tal que por las noches ya no se si duermo, si me levanto y logro llegar hasta tus abrazos.

mi locura es dulce, tan dulce como tu mirada por la mañana.

mi locura es fuerte, capaz de derrotarme mientras la disfruto.

mi locura se pierde entre la tuya.

mi locura es una herida y cada vez que sangra necesito más de ella.

mi locura es hábil, trata de huir cuando la realidad me atrapa.

mi locura es infiel, me engaña con alucinaciones y fantasmas.

mi locura es mirar como huye la última estrella en cada amanecer.

mi locura es tenue, casi como las sombras un humo verde.

mi locura se entristece cuando a escondidas me lleno de llanto.

mi locura es ira saber de ti sin poder provocar tus manos.

mi locura es gritos al defender tus traiciones.

mi locura es placer cuando paseas tus manos por el ecuador de mi cuerpo.

mi locura es deuda al palpar las desesperanzas humanas.

mi locura es sueño cuando vuela y me deja en tierra.

mi locura es asco cuando escucho sus nombres.

Mi locura es sonámbula cuando la guía tu olor.

Mi locura es creer que la realidad existe.

viernes, 21 de octubre de 2011

Estáticos

Estamos llenos
de vicios
de restos de alegrías no conquistadas
de tristezas mal apagadas
de cigarrillos consumidos por el viento
de rumores mal intencionados
de espejos que mienten
de amores no consumados
de fotografías desenfocadas
de ruidos molestos
de planes intermitentes
de alguna armonía en mal estado
de paciencia con fecha de vencimiento.

Nos sobran ideas irrealizables
y lágrimas que no lograron sobrevivir,
odios infértiles y mudos.


Tenemos innumerables heridas de bolsillo
amistades caminantes
resúmenes sin la idea principal
belleza embotellada
injusticias apiladas junto a poderes abusivos.

Y que sería de nosotros sin sueños,
sin la incertidumbre del día siguiente
tan sobrepasados de grisáceas rutinas
que escuchar revolución
sería como oír una alerta de tsunami.

Una miseria vivir el hoy
renegando del ayer y
confiando sólo en el mañana.